Foto: Vogue México
A los 24 años empezamos a vivir. A los 24 años no nos preocupa el tiempo porque sabemos que aún nos queda mucha vida y nos emocionan las experiencias por venir. A los 24 años buscamos convertirnos en eso que queremos ser, no tenemos miedos y nos sentimos invencibles.
A los 24 años sabemos que, con esfuerzo, podemos lograrlo todo. Y con cada paso, estamos más cerca de cumplir nuestros sueños. A los 24 años no vemos obstáculos, sino retos. No ponemos excusas, buscamos alternativas y si un camino no funciona, nos vamos por otro.
A los 24 años somos sanos, fuertes y valientes. Nos sabemos inteligentes y tenemos muchos planes, ilusiones y ganas de hacer que nuestro legado se convierta en algo extraordinario y perdure en el tiempo. Queremos tener relaciones profundas y valoramos la grandeza de nuestra familia, amigos y pareja. Y aunque sabemos que la vida nunca es fácil, a los 24 años, es sencillo ser feliz.
Es posible que a los 24 años nuestra vida cambie para siempre y repentinamente porque, aunque somos muy jóvenes, nos puede dar cáncer. A cualquier edad, "tener cáncer" es muy injusto, pero a los 24 años deberíamos estar buscando el outfit ideal y no defendiendo nuestro derecho a la vida.
A los 24 años, el cáncer es una amenaza. El diagnóstico puede acabar en un segundo con el mundo que antes creíamos seguro y, aunque no estamos listos para enfrentar tan dolorosas batallas, les hacemos frente porque no nos queda de otra. A los 24 años somos más fuertes que cualquier cáncer y nuestras marcas de guerra nos llenan de orgullo porque nos recuerdan que ganamos, que luchamos valientemente y que, por fin, estamos fuera de peligro, porque es posible recuperar el control y redirigir nuestra vida hacia un destino mejor.
A los 24 años podemos experimentar por primera vez la ansiedad y el cáncer puede hacernos dudar de nuestra victoria. Pero a los 24 años, nuestras ganas de vivir son tan grandes que, somos capaces de ahogarnos en dolores intensos, pisar el fondo y resurgir.
A los 24 años somos capaces de superar las situaciones que antes creíamos insuperables, sentirnos agradecidos con la vida por el simple hecho de existir y llorar cuando a nuestro corazón no le cabe más alegría. A los 24 años, el cáncer no es necesariamente una sentencia de muerte. Podemos deshacernos de este, eliminarlo para siempre y ser parte del 5% de los sobrevivientes de un cáncer tan malo como lo es el de páncreas.
Posiblemente, a los 24 años, el tumor sólido pseudopapilar del páncreas o Tumor de Frantz, puede llevar varios años habitando en la mitad del páncreas. A los 24 años, Frantz, habrá logrado extenderse hacia otros lugares y proteger a sus metástasis en el hígado.
A los 24 años, el cáncer puede parecer nuestro peor enemigo, y no será hasta que hagamos las paces, que dejará de aterrorizarnos y confundirnos. A los 24 años podemos salir victoriosos de la batalla por la vida, soportar golpes físicos y mentales, despedirnos del cáncer y renacer en una vida con un sentido mucho más profundo y claro que nunca.
A los 24 años, las oportunidades se pueden presentar en forma de adversidades, pero si somos receptivos, podemos sacarles provecho, porque la vida enseña lecciones valiosas para mejorar el resto de nuestro tiempo.
A los 24 años sabemos que somos responsables de nuestra felicidad y tratamos de que las complicaciones no nos desanimen. A los 24 años podemos superarlo todo y valoramos el regalo de un nuevo día porque, quizá, a los 24 años, estuvimos a punto de perderlo todo.
Probablemente, a los 24 años, nuestras situaciones difíciles nos han enseñado a nuestros verdaderos amigos y alejado a los falsos. Podemos sentirnos defraudados por los que se fueron, pero entendemos que son más importantes quienes se quedaron.
Además, a los 24 años, nos aceptamos y queremos tal como somos, no necesitamos la aprobación de nadie y sabemos que, aunque perdamos nuestro pelo o tengamos enormes cicatrices, no dejamos de ser bellos.
A los 24 años, nuestro cuerpo es más fuerte y nuestra alma más necia que el cáncer. A los 24 años estamos conscientes de que nuestra actitud hace toda la diferencia y sabemos que, si realmente queremos ser felices, vamos a serlo sin importar la situación.
El universo también puede revelarnos a los 24 años que, lo único que tenemos que hacer en la vida es: ser. Y algún día, sea a los 24 o algunos años más tarde, seremos capaces de agradecerle el habernos enseñado tanto. Así que, a los 24 años, lo "malo" puede no ser tan malo, porque terminaremos cumpliendo nuestros sueños al fin y al cabo...
¡Qué suerte tengo de saber esto a mis 24 años! Gracias a la vida y al tumor de Frantz por darme una segunda oportunidad.
Foto: @goodbyefrantz
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