
Mi última batalla contra Frantz (así es como llamo a mi ex-cáncer) fue más difícil y dolorosa de lo que imaginé. Les mentiría si les dijera que todo el tiempo estuve optimista o de buen humor, porque la verdad es que viví días terribles y debo confesar, que una noche sí me dieron ganas de tirar la toalla. Sin embargo, hoy, un mes y nueve días después de la segunda cirugía, puedo decir que estoy extremadamente FELIZ de no haberla tirado.
Esta experiencia me ha cambiado. La Majo que fui antes del cáncer ya no existe. No digo que antes me sintiera insatisfecha con quien era, y en realidad mi personalidad sigue siendo la misma; pero gracias a la sacudida que me dieron Frantz y la vida, estoy segura que seré mejor persona, estaré más presente y podré cumplir todos mis sueños. Hoy, tengo una mejor visión de la vida y estoy muy agradecida por la calidad de personas a las que tengo la suerte de llamar familia y amigos.
Antes del cáncer, tuve una buena vida. Después del cáncer, sé que me espera una mejor. Y me siento sumamente bendecida por mi segunda oportunidad en la vida. A MIS 24 AÑOS, soy más consciente que nunca de que el único propósito de la vida, es disfrutarla.
OFICIALMENTE SOY PARTE DEL 5% DE LOS SOBREVIVIENTES DEL CÁNCER DE PÁNCREAS
El plan para librarme del cáncer fue el mismo desde el principio. Sin necesidad de quimios y con dos enormes operaciones, me deshice del cáncer de páncreas para siempre. Tres meses después del diagnóstico, le dije adiós al Tumor de Frantz y sus metástasis, los inquilinos no deseados de mi cuerpo.
En la primera operación, que fue el 5 de abril, me fue muy bien y sufrí razonablemente, así que supuse que sentiría lo mismo en la segunda operación. Y he ahí el problema de suponer, porque mi suposición no podía estar más lejos de lo que me esperaba.
Por alguna extraña razón, mientras más se acercaba la segunda operación, comencé a sentirme ansiosa. Nunca antes había sentido ansiedad y ahora el cáncer estaba abusando de ella. En esos días, mis pensamientos eran obsesivos y catastróficos, por lo que tuve que luchar constantemente contra mi propia mente para dejar de pensar que mis días en este mundo estaban contados y que más que curarme, estaba por morir.
15 DE JUNIO
El 15 de junio, antes de irme al hospital ABC de Observatorio, sentía como si me estuviera preparando para irme de viaje y supiera por anticipado que mi destino iba a ser feo e incómodo y la estancia larga.
Una vez más, antes de entrar a mi segunda cirugía, mi cuarto se llenó de familia y amigos queridos. Sin embargo, esta vez no me sentía tan lista y confiada para la operación, estaba nerviosa y cuando los camilleros y enfermeras vinieron por mí, lloré.
Ahora, probablemente lo que te cuente a continuación puede no ser tan exacto a lo que realmente pasó, pero así es como lo recuerdo yo.

Mis miedos no estaban totalmente infundados. Las operaciones de hígado son riesgosas porque sangra fácilmente y sus complicaciones pueden llevar a la muerte. No obstante, contaba con el mejor equipo de médicos de México (Francisco Moreno (infectólogo), Carlos Chan (cirujano especialista en páncreas e hígado), Eduardo Etulain (anestesiólogo), Francisco Vélez (cirujano general), Ismael Domínguez (cirujano) y Dr. Paulino (anestesiólogo especialista en hígado)), así que difícilmente algo saldría mal.
Salí de la segunda cirugía mejor de lo esperado. Chan, con sus manos mágicas, otra vez me había operado perfectamente bien. La operación se realizó en poco tiempo, sin necesidad de transfusión de sangre y mi hígado se había portado muy bien. De todos modos, me pasaron a terapia intensiva para estar bajo la mayor vigilancia posible.

Aquí estoy en terapia intensiva después de salir de la segunda operación.
¿ERA DE DÍA O DE NOCHE? No me acuerdo. Yo sólo sé que me sentía sola y que la estaba pasando mal, muy mal y cada vez peor. Tenía sed y una enfermera me dijo que no podía tomar agua todavía, pero accedió a darme un poquito a través de una gasa.
Estaba pasando el tiempo entre sueños y despierta, cuando de pronto comencé a sentir mucho dolor. Sentía como si me estuvieran atravesando 1,000 cuchillos al mismo tiempo y el dolor se volvió tan intenso, que lo único que podía hacer era intentar aguantar.
Me contaron después que era de noche (como las 8 pm), cuando un grupo de residentes se dio cuenta de que comencé a sangrar internamente y esa era la causa de mi indescriptible dolor. Inmediatamente, contactaron a Chan y al resto del equipo que me había operado en la segunda cirugía. Y lo que les voy a contar, los va a terminar de convencer de que TUVE Y TENGO AL MEJOR EQUIPO MÉDICO DE MÉXICO.
Como les dije, era de noche, la cirugía había sido un éxito y yo había estado estable la mayor parte del día. Como estaba en terapia intensiva y no había dónde quedarse a dormir, la mayoría de mis familiares ya se habían ido a descansar y los doctores a terminar sus pendientes.
Eduardo Etulain (el mejor anestesiólogo del mundo y quien siempre cuidó mi dolor), después de mi exitosa cirugía se había ido a Querétaro a la operación de su mamá y estaba con ella cuando le llamaron para avisarle que me operarían de emergencia. Etulain, sin pensarlo, dijo que quería ser mi anestesiólogo y manejó de regreso a la Ciudad de México.
De igual manera, Chan estaba por salir a Querétaro para asistir a un evento que tenía cuando los residentes lo llamaron. Él también canceló todos sus planes y se dirigió rápidamente al ABC.
Mientras EL EQUIPO COMPLETO que me había operado en la segunda cirugía (Carlos Chan, Eduardo Etulain, Francisco Vélez, Ismael Domínguez, Dr. Paulino) y mi tío y doctor, Paco Moreno, llegaban al hospital, me hicieron una tomografía para intentar descubrir de dónde venía el sangrado.
Me trasladaron en cama hacia la tomografía. Me acuerdo que sentía mucho dolor, impotencia, desesperación y no entendía por qué me sentía tan mal si ya había eliminado a Frantz.
Cuando llegué al cuarto donde estaba la máquina y me pasaron a la tabla, me dolió tanto que se me fue un poco el aire, se me nubló más la vista y creí haber llegado a mi límite de dolor. Además, en este estudio te piden que subas ambos brazos a los lados de la cabeza, pero yo sólo pude subir el izquierdo.
Y ALGO RARO ME PASÓ EN ESE MOMENTO. El dolor me estaba consumiendo y yo sabía que tenía que pensar en otra cosa para alejar mis pensamientos del dolor porque cuanto más quería luchar contra él, peor me sentía. Entonces me puse a pensar en las historias de las personas excepcionales a quienes el dolor hace más fuertes, me pregunté qué es lo que tenían en común y pude comprender que, si realmente quieres ser feliz, vas a ser feliz, no importa la situación en la que te encuentres.
Así estaba yo. Acostada en una tabla dura, sintiendo el líquido caliente del contraste recorrer mis venas y pensando en esto, cuando acepté completamente la situación en la que me encontraba y dejé de luchar contra ella. Esto me permitió ignorar un poco el dolor y casi automáticamente, comencé a pasarla un poquito mejor.
Mis doctores estaban muy preocupados. Temían que fuera el hígado lo que estuviera sangrando porque eso podría complicar mi caso... demasiado. Además, Chan estaba enojado porque estaba convencido de que era casi imposible que fuera el hígado (había hecho un gran trabajo) y apostó una cena a los residentes que le decían que era el hígado.
La tomografía confirmó que tenía un sangrado interno y me tendrían que operar de emergencia. Para este punto, mi equipo de doctores ya había llegado al ABC y a mí, sin saberlo, me habían demostrado su gran compromiso conmigo, su enorme corazón y estaban por salvarme la vida... otra vez.
ME OPERARON DE EMERGENCIA
El 16 de junio, un día después de que Chan cortó las metástasis de mi hígado y me ayudó a eliminar el cáncer de mi cuerpo para siempre, tuve mi tercera y última cirugía para arreglar los estragos que causó Frantz.
Me acuerdo que cuando me dirigían al quirófano, vi de reojo a mi papá, a mi mamá, a Paola (mi hermana) y a Alfredo (mi novio) apoyados en la pared y pude notar en sus caras la preocupación que sentían. En ese momento, quise despedirme de ellos, decirles algo lindo, pero no fui capaz de pedirle al camillero que detuviera la cama porque aunque el dolor me estaba matando, estaba muy cansada y de malas, sabía que si lo hacía, probablemente no volvería... y no quise dejar eso a la suerte.
Como saben, desde el principio he sabido que quiero vivir, y estaba segura de que si lograba dejarle claro al Universo lo que quería, así sería.
Entré al quirófano y sentí mucho dolor cuando me pasaron a la mesa quirúrgica. El ambiente relajado y casi "despreocupado" de las dos cirugías pasadas no estaba. Todos estaban tensos y preocupados (aunque a mí no me decían nada).
"¿Por qué estás preocupado, Chan?", le pregunté. "No, yo no estoy preocupado. Tú tampoco te preocupes. Duérmete y ahorita se acaba, ni te vas a dar cuenta", algo así me contestó y me hizo sentir mejor.
Me persigné porque con las prisas no le había dado tiempo de hacerlo a mi mamá y Etulain se aseguró una vez más de que me quedara profundamente dormida.
Mientras me operaban, se corrió la voz de que me harían transfusiones de sangre y que necesitaba 12 donadores. El 17 de junio se presentaron 34 personas a donarme la sangre y plaquetas que necesitaba. (Y aprovechando la ocasión, quiero agradecerle a todos los que se presentaron, pudiendo donar o no, para darme algo tan importante. Muchas gracias a: Gabriela Rodríguez, Erik Barba, Miguel Ángel Berrones, Alfredo del Olmo, Martín Careaga, Priscilla López, Giancarlo Vecchi, Rodrigo Careaga, Martín Eugenio Careaga, Claudia Salas, Mauricio Mieres, Christopher Critchett, Álvaro Antonio González, Mariana Rosete, Raúl Alfredo Ramo, Ricardo Alonso, Gabriela Goñi, Alejandro López, Héctor Rivas, Mauricio Schiavón, Daniela Dávila, Paulina Rivera, Alejandro Escalante, Esteban Sahagun, Andrea Leblanc, Andrea Limón, Alfredo García, Lucía Moreno, Axel Martínez, Gilberto Parra, Andrés Azpiri, Jorge Malagón, Eduardo Fidel López y Daniel Arturo Gómez).
Efectivamente, Chan había tenido razón. Sí, había habido un enorme sangrado interno que, si los residentes no detectaban a tiempo, podría haber causado mi muerte. Pero no había sido el hígado... y no había mejor noticia que no hubiera sido el hígado.
Todo lo había causado una PINCHE ARTERIA (la única "mala palabra" que mi papá le ha oído decir a Chan cuando salió de la operación de emergencia) que se había reventado al poner el drenaje.
Y VOLVÍ AL CUARTO T-4 DE TERAPIA INTENSIVA
Después de la operación de emergencia, reviví el mismo día una y otra vez. El tiempo pasaba y sentía que no mejoraba y que no iba a mejorar. Estaba muy desanimada, seguía con mucho dolor y me sentía muy sola (acuérdense que estoy acostumbrada a una familia grande y unida) porque las visitas eran muy cortas (duraban 30 minutos), había bastante espacio de tiempo entre ellas y sólo dejaban entrar a una persona a la vez.
Además, cuando tienes dolores tan feos e intensos, cinco minutos parecen 20. Sé que las enfermeras trataron de cuidarme lo mejor que pudieron (o eso espero), pero realmente sentía que no me hacían mucho caso y casi siempre olvidaban ponerme el timbre cerca.
Mi cuarto estaba al lado de la central de descanso de las enfermeras y siempre las escuchaba hablar. Algunas veces cuando las molestias se volvían insoportables (y no tenía el timbre cerca), reunía todas mis fuerzas para intentar pedir ayuda. "¡Ayuda! ¡Ayúdenme!" y NI UNA SOLA VEZ alguien me contestó. Gritar para que me "escucharan" era extremadamente doloroso y al ver que nadie acudía a ayudarme, comencé a sentir mucho resentimiento.
Por suerte, me habían dado chance de tener mi celular en el cuarto para poner la música relajante que tanto bien me hacía escuchar, así que también me funcionó para acusar a las enfermeras con mis papás. Lo que hacía era escribirles y ellos desde afuera se aseguraban que las enfermeras supieran y me ayudaran con lo que necesitaba.
Como se podrán imaginar, esta situación en lugar de ayudarme sólo me estaba haciendo enojar cada vez más. Aquí les dejo una foto para que entiendan qué tan de mal humor estaba, jaja:

Debido a todo, el recuerdo de mis días en terapia intensiva está algo borroso, así que no les puedo decir con exactitud la cronología de las cosas, pero en uno de los días que pasé ahí, tuve mi primer trip.
Como les he estado contando, yo estaba en una agonía insoportable a pesar de los bombazos de medicamentos que me estaban administrando, así que lo más seguro me subieron las dosis porque de pronto sentí los efectos de la morfina y tuve MI PRIMER TRIP:
>>Mi corazón empezó a later muy rápido y muy fuerte. ¡Pum, pum, pum, pum, pum! Me puse taquicárdica y en pocos segundos pasé de un dolor muy intenso a sentirme como borracha. El cuarto se iluminó con una luz muy blanca, me empezó a dar un poco de risa y de repente, me sentí extremadamente feliz. Vi a Chan al lado de mi cama y me sentí como si estuviera adentro de una casita de muñecas, donde yo era la pequeña muñeca y los doctores las personas de tamaño normal. De repente, vi como Chan empezaba a hacerse grande y chiquito, grande y chiquito, y lo único que se me ocurrió decirle fue: "¡¡¡Vivan las drogas!!!" y creo que me entró la cruda moral, porque también le dije que nunca antes me había drogado y que esta era la primera vez. Después, entré en la fase sentimental. Le confesé a Chan que lo quería mucho y me contestó que él también me quería mucho. Y no es por presumir (la verdad sí, jaja), pero también me dijo que soy su paciente favorita (lo siento otros pacientes de Chan). Además, como todavía me estaban pasando bolsitas de sangre y estaba drogada, me sentía como toda una vampira marihuana. Finalmente, me invadió la sensación de una paz muy inmensa... que sólo duró 5 segundos.<<
Tres días después de estar en terapia intensiva, me pasaron a terapia media. Y eso significaba dos cosas: 1) Estaba mejorando y 2) Podría estar más tiempo con mis seres queridos... ¡Y QUÉ IMPORTANTES SON NUESTROS SERES QUERIDOS!
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Como tengo muchas cosas que contarte y no quiero que el post quede tan largo que sea aburrido de leer, tendré que dividir el desenlace de mi batalla contra el cáncer en tres partes. Lo bueno de que a los mexicanos nos encante el chisme y el drama con final feliz, es que el resto de mi historia tiene mucho chisme y spoiler alert!, mucho drama con final feliz.
Me curé gracias al trabajo en equipo, a las buenas vibras, al chisme, a mis seres queridos y a mis ganas de seguir viviendo. GRACIAS INFINITAS A TODOS los que estuvieron conmigo en este proceso, nunca podré agradecerles lo suficiente y siempre serán las personas más importantes de mi vida. Aunque no puedo nombrarlos a todos (y ustedes saben perfectamente quienes son), quiero darles las gracias por animarme todos los días, cuidarme y ayudarme a soportar el mes que pasé en el hospital.
Y antes de que me ponga a escribir cursilerías (cosa que evito porque no va conmigo), te dejo. Pero prometo que no tardaré en terminar de contarte la segunda y tercera parte.
Con cariño,
Majo.
Házme un libro con todas las historias.