¿Tienes niños pequeños y no sabes cómo hablar del cáncer con ellos? En mi experiencia, un cuento puede ser la solución.
La primera vez que escuché la palabra "cáncer" tenía 9 años. A mi abuela Priscilla le acababan de detectar cáncer de colon con metástasis en el hígado (el mismo tipo que tuvo mi tío Lalo) y estaba a punto de empezar su lucha contra el cáncer. A pesar de que a esa edad no entendía qué significaba "tener cáncer", una de las formas que encontré para lidiar con su enfermedad fue escribiendo un cuento.
Mi infancia fue una infancia feliz. De lado de mi papá, soy la mayor de 10 primos; y de lado de mi mamá, soy justo la de en medio. Crecí rodeada de muchos primos y de viernes en "casa del abuelo" donde hicimos de todo y nunca dejamos de imaginar. Por esto y muchas otras razones, la "casa del abuelo" es mi happy place.
Este cuento lo escribí en uno de esos tantos viernes en "casa del abuelo" y más tarde lo edité y actualicé para mostrarlo en el homenaje de Lalo (cuyas cenizas plantamos en un árbol para que viva para siempre).
"El Elíxir" está dedicado a Lalo y la abuela Priscilla.
Los López
***
EL ELÍXIR
Ilustración de Sarely Rodríguez (@sasa_lop)
Era un típico viernes en casa del abuelo. Los adultos estaban reunidos alrededor de la mesa pasando un buen rato mientras los niños inventábamos nuevos juegos y echábamos a andar nuestra imaginación.
El teléfono de la cocina comenzó a sonar insistentemente. El abuelo contestó, escuchó atento y después de un rato, colgó.
--Tenemos que ir a la NASA. Dicen que es urgente, pero no sé nada más.
En la NASA nos recibió un astronauta de cabellos rubios llamado Sebastián.
--Familia López, necesitamos su ayuda. Un grupo de científicos creó un virus llamado Piscis con el poder de destruir el planeta Tierra y sólo ustedes pueden detenerlo.
Sebastián comenzó a contarnos la misión. Los niños tendríamos que recorrer el sistema solar en busca del elíxir contra el Piscis y traerlo a la Tierra antes de que el virus mutara, ya que nuestras células eran las únicas que resistirían viajar a la velocidad de la luz.
Nos condujeron a la nave más rápida y potente que tenía la NASA, el Panda-T1516. Nos enseñaron la ruta programada para la misión y los botones básicos de la nave. Antes de que los adultos tuvieran tiempo de sobreponerse a la sorpresa, estábamos a bordo y listos para la aventura.
10... 9... 8... 7... 6... 5... 4... 3...
¡Recuerden hacerlo lo mejor que puedan! --nos gritó mi tío Lalo.
3... 2... 1... ¡Despegamos!
Íbamos a la velocidad de la luz y sentíamos cómo se nos deformaba la cara.
--¡Wuuu! ¡Esto se siente genial! --dijo Pacho.
Llegamos a Venus de noche. Estacionamos la nave con cuidado y nos bajamos temerosos porque no sabíamos qué esperar.
--¡Aaaa! ¡Algo se movió por ahí! --gritó Paola.
--¡Aaaa! ¡Es un marciano! --contestó Pacho.
--¡Aaaa! --gritó de regreso el marciano y todos corrimos a escondernos detrás de una enorme roca brillante.
--¡Hola marciano! ¿Cómo te llamas? ¿Puedes ayudarnos? --preguntó Dany --No queremos hacerte daño. Sólo estamos buscando un elíxir.
El marciano verde y de cuatro brazos se llamaba Nicolás y resultó ser amigable. Sus dos antenas traducían cualquier idioma y así fue como pudimos comunicarnos con él. Nos llevó a la tienda más cercana y nos compró un frasco de un material parecido al vidrio.
--En Venus, no tenemos elíxires, pero hacemos frascos con la capacidad de almacenar cualquier sustancia. Espero les sea de utilidad y, ¡buena suerte!
Le dimos las gracias a nuestro nuevo amigo y abordamos de nuevo la nave para reanudar la búsqueda.
Aterrizamos en Marte en medio de una fuerte tormenta de arena y corrimos a resguardarnos en una cueva donde creímos que estaríamos a salvo.
--¡Fuego! ¡Alguien nos está lanzando fuego! --gritó Paola.
--¡Fuera de aquí es mi cueva! ¡Fuera! --nos decía enojado un marciano rojo de un solo ojo.
--Ándele señor marciano, deje que nos quedemos hasta que pase la tormenta. No nos quedaremos mucho, pero estamos buscando algo muy importante --le dijo Ximena.
--¡Por favor! ¡Por favor! --le pedimos todos.
El marciano accedió a nuestras súplicas y dejó de lanzarnos llamaradas de fuego.
--Hola, me llamo Emiliano. ¿Quiénes son ustedes y qué es lo que están haciendo aquí? --nos preguntó el marciano.
Nos presentamos y le contamos al marciano Emiliano nuestra importante misión. Como le tenía cierto afecto a la Tierra, decidió ayudarnos.
--Desde que se evaporaron los lagos y mares, aquí en Marte ya no hay elíxires. Sin embargo, sé dónde encontrar un elemento muy raro que puede exponenciar cualquier sustancia. ¡Vamos!
Emiliano nos guió por unas grutas hasta una gigantesca cueva bien iluminada. En el centro, flotaban armoniosamente unas burbujas doradas. Emiliano tomó tres con su mano y las metió en el frasco que adquirimos en Venus. Al momento de caer, se convirtieron en una sustancia líquida y roja.
Regresamos a la nave muy emocionados porque cada vez estábamos más cerca de encontrar el elíxir.
En el trayecto hacia Neptuno, pasamos frente a Saturno y sus anillos nos deleitaron con una vista y una música espectacular. Se acercaron volando a nuestra nave las "bambinas", que eran las marcianas de Saturno, y aunque nos dijeron que ahí no se encontraba el elíxir, nos regalaron música saturniana para animar la Tierra.
Por fin llegamos a Neptuno. Era el planeta más poblado de todo el sistema solar y estaba lleno de fuentes de estrellas y peces que volaban.
Conocimos a dos marcianos llamados Mateo y Patricio quienes nos llevaron a la fuente de elíxir más grande que había en el planeta. Llenaron nuestro frasco de un líquido plateado que, al entrar en contacto con la sustancia de Marte, se tornó de un color rosa fosforescente.
--¡Qué emoción! ¡Salvaremos el planeta Tierra de su destrucción! --gritaba y saltaba Dany de alegría.
--Pero recuerden, --nos advirtieron al mismo tiempo Mateo y Patricio-- la sustancia sólo funcionará si se vierte en algo que viva para siempre.
Abordamos el Panda-T1516 y nos dirigimos de regreso a la Tierra.
En la NASA nos felicitaron por terminar satisfactoriamente la misión, pero cuando les contamos la advertencia de los marcianos neptunianos, sus rostros pasaron de la felicidad a la preocupación.
--¿Algo que viva para siempre? Estamos perdidos --dijo Pachy.
En ese momento Lalo y la abuela Priscilla voltearon a verse con una sonrisa.
--No necesariamente --dijo Lalo. --Lo único que necesitamos es un árbol.
--¿Un árbol? --preguntó Alejandro.
--Sí. Un árbol es infinito porque sus raíces nos conectan a la tierra al mismo tiempo que su tronco se eleva hacia el cielo. Es semilla. Es fruto. Es el ciclo de la vida, transformador, interminable y eterno --contestó la abuela.
--Con el elíxir mágico, el árbol sanará todas las heridas del planeta. Dejará que juguemos para siempre en sus ramas y descansemos bajo su sombra. Los que lo abracen, se conectarán con todos los seres vivos, en todos los planos de la existencia --dijo Lalo.
--Y nunca más habrá ausencias --agregó la abuela Priscilla.
Lalo y la abuela Priscilla vertieron la sustancia rosada en un hermoso árbol verde en que en pocos segundos atrapó los latidos de todos los corazones ahí reunidos y brilló con la luz de las estrellas.
***
FIN
Puedes ver el cuento animado aquí:
NOTA: Gracias a todos los que participaron. Gracias Sarely Rodríguez por las ilustraciones y la animación del cuento. Gracias Sound Machine por ayudarme con el audio.
Con cariño,
Majo.
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